Mariana se miró al espejo y vio a una mujer cansada. No porque le falte fuerza, sino porque ha tenido que ser madre y padre a la vez. Desde que él se fue, ha aprendido a estirar cada billete, a hacer malabares con su tiempo y a secarse las lágrimas antes de que sus hijos la vean.
Las cuentas no esperan, la escuela de sus hijos tampoco. Cada mes es un desafío, y aún así, sigue adelante con el amor inquebrantable de una madre. Pero, ¿por qué debería luchar sola si la ley está de su lado?
Recuerda la última vez que intentó hablar con él. Promesas vacías, excusas que se repiten como un eco sin sentido. “La próxima semana”, “Ahora no puedo”, “Tienes que entender”. Pero ella ya no quiere entender. Quiere justicia.
Fue entonces cuando escuchó de nosotros. Dudó, porque está acostumbrada a que las soluciones sean promesas incumplidas. Pero se armó de valor y decidió dar el primer paso. Y en ese momento, su historia cambió.
Nosotros somos el puente entre la injusticia y la solución. Nos encargamos de que él pague lo que debe, de que sus hijos reciban lo que por derecho les corresponde. No es venganza, es justicia. No es un favor, es su obligación. Y estamos aquí para que se cumpla.
Hoy Mariana ya no se siente sola. Hoy sabe que hay alguien que la respalda, que lucha a su lado. Hoy, su historia es diferente, y la tuya también puede serlo.
